En todas las relaciones humanas, incluida la relación con nosotros mismos, los límites son el cimiento del éxito, aún cuando el éxito no tenga nada que ver con perfección. Es por eso que para enseñarles a tus hijos a vivir para ser felices y no para complacer a los demás, requiere de límites claros a la hora de definir quienes son y lo que quieren y necesitan, sin dejarse influenciar por las exigencias ni expectativas de los demás. Para mi esta reflexión aplica a todos los hijos y a todos los padres, pero con certeza toma más fuerza cuando pensamos en aquellos con discapacidad que muchas veces viven o son empujados a vivir en un estado constante de búsqueda de aprobación en el intento de encajar con lo estándar en vez de maximizarse en la individualidad.

La felicidad no tiene receta.
Enseñarles a nuestros hijos con nuestro ejemplo y de manera constante que la felicidad no tiene receta ni se trata de replicar la vida ni los triunfos de alguien más, los ayuda a enfocarse en si mismos mientras practican la aceptación plena en sus retos, y el orgullo y el fortalecimiento de su individualidad. Es cierto que por amor y basados en nuestras experiencias personales a veces y sin darnos cuenta, adoptamos una posición capacitista que hace hasta lo imposible por igualar a nuestros hijos con el resto en el intento de evitarles los retos y hacerlos sentirse más seguros, pero en la vida real y si analizamos los verdaderos cambios que harán una diferencia, no es a nuestros hijos a quienes tenemos que cambiar, forzar o presionar, sino a la sociedad para abrir sus mentes y aprender que la capacidad es un continuo de habilidades individuales que no puede limitarse en lo estándar.

¿Cómo Conseguirlo?

1. Reconociendo la individualidad en nuestros hijos para fortalecer sus personalidades únicas y sus intereses individuales en vez de seguir el patrón de generalización que quiere hacernos creer que ya hay un camino escrito hacia el éxito o que hay personas que nacen con estrella y otras estrelladas. Cada persona es un lienzo en blanco y el secreto es enfocarnos en sus posibilidades, no en sus retos. Ser felices de verlos avanzar a su propio ritmo les enseña a ellos a aprender a ser felices del mismo modo.
2. Celebrándolos sin comparación. No hay peor actitud que la de ponerle valor a las personas en relación a los logros de alguien más. Cada uno de nosotros en nuestra calidad de seres irrepetibles y únicos, estamos escribiendo nuestra propia historia y estamos en diferentes niveles del camino. Respetar y abrazar esa individualidad es clave para que nuestros hijos aprendan a amarse y respetarse a si mismos.
3. Ayudando a nuestros hijos a construirse enfocados en si mismos mientras reconocen que es su imperfección humana son perfectos y tienen derecho a ser respetados y aceptados íntegramente. Este sentimiento empoderador se construye y fortalece en casa y es responsabilidad plena de la familia. La felicidad de ser y existir es la manifestación del amor que se recibe en el hogar. No se nace con ella ni viene como resultado de ningún gen extra o menos. La felicidad verdadera es aceptación plena en la amplia gama de emociones y experiencias que enfrentamos en la vida.
4. Trabajando en nosotros mismos como padres para seguir aprendiendo, evolucionando, y superando nuestros prejuicios, temores e inseguridades. Nuestros hijos aprenden de nosotros y dependen de nosotros. El compromiso de crecer como padres es la resolución y el compromiso de criar hijos fuertes y seguros de si mismos. No podemos hacerlos o enseñarles a ser felices si nosotros no lo somos o no sabemos cómo lograrlo.

La felicidad es para mi la paz y aceptación plena de nosotros mismos. La realización de que la vida está cargada de altibajos y que no se trata de evitarlos ni anularlos, sino de aceptarlos, reconocerlos y recibirlos con humildad y con ganas de aprender. La felicidad es el estado constante de aceptación que unido a la fe nos ayuda a seguir conscientes de que el éxtasis es temporal, pero la felicidad verdadera es balance, certeza y evolución constante. Esa es la felicidad que quiero para mis hijos. La que se mantiene viva en todo momento y nos da la esperanza y la fuerza para seguir sin importar el peso de los retos. La felicidad es la luz que emana el amor el propio. Toma tiempo, toma trabajo y toma conciencia. Como todo lo bueno en la vida, la felicidad no es fácil, pero siempre vale la pena.

Eliana Tardío
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About Eliana Tardío

Eliana Tardío es la mamá de Emir y Ayelén; ambos con síndrome de Down. Reconocida por su trabajo promoviendo la inclusión natural de las personas por su individualidad, Eliana ha sida reconocida por celebridades como Araceli Arámbula, Thalia, María Celeste Arrarás, Karen Martínez, y más. Su historia ha sido compartida por las cadenas mundiales más importantes: Univisión, Telemundo, CNN, y Azteca América. Nombrada Bloguera Latina Inspiración 2014 en USA, en este espacio Eliana comparte sus vivencias y recursos con más de 200.000 visitantes al mes.

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