Me atrevo a decir que dadas las circunstancias y los retos que el COVID ha traído a nivel global, todos estamos pasando por momentos difíciles de una u otra manera. Pero en la vida típica y sin pandemia ni crisis global, todos enfrentamos momentos difíciles, a veces inesperados, y a veces como resultado de una situación específica. La pregunta de siempre como padres es, ¿cómo sé si lo estoy haciendo bien?. Un cuestionamiento al cuál todos los padres nos enfrentamos en nuestro deseo de asegurarnos que no nos estamos equivocando en un camino lleno de tropiezos y sorpresas que no esperábamos. Todos necesitamos escuchar las historias de otros para entender que nosotros también podemos.
Para quienes tenemos hijos con discapacidad, los retos son parte del día a día a lo largo de la vida y para hacerlo bien, tenemos que aceptarlo y a partir de ahí, elegir nuestras luchas y priorizar nuestras metas como padres para ayudar a nuestros hijos. Dicho esto, aquí es dónde muchas veces encontramos la respuesta al porqué los padres deciden adoptar una vida de idealización y fantasía que gira en torno a angelitos y seres fuera de este mundo. De cierto modo creer que sus hijos son especiales y ellos son elegidos, los ayuda a encontrar una razón para seguir cuando nada parece tener sentido. Esta se vuelve una manera socialmente aceptable de evitar luchar una guerra para la cual no se sienten preparados. Aún así, entender el motivo no cambia la realidad de que necesitamos darle la cara a los retos si queremos lo mejor para nuestros hijos, ya que las injusticias no desaparecen mágicamente sino fruto de las luchas.
Desde mi perspectiva personal con más de 16 años criando a mi hijo mayor y más de 13 criando a ambos, junto a mi hija, sé a ciencia cierta que no es que la vida se vuelva más fácil con los años, sino que cuando trabajamos enfocados hacia un objetivo claro todos nos volvemos más fuertes. Entonces la vida se vuelve mucho más llevadera, y con motivación y tratando de enfocarnos en los logros en vez de los retos, nos volvemos más positivos y así es como encontramos la felicidad en nuestras propias circunstancias. Hay días en los que hay que controlar nuestro impulso de querer controlarlo todo o nuestras ansias de demostrarle al mundo que somos súper héroes y que todo lo podemos. Todos los días tenemos que enfocarnos en lo que de verdad importa: en nuestro bienestar personal para transmitirlo a quienes amamos.
¿Cómo sé si lo estoy haciendo bien?, es una pregunta que escucho siempre y que me sigo haciendo constantemente. Para mi la respuesta es simple, lo estás haciendo bien si estás haciendo lo mejor que puedes. Y este es un compromiso personal no una discusión abierta en la cual alguien más tiene darte el visto bueno.
- Lo mejor que puedes como individuo no tiene comparación con otros porque tu vida es única y todos tenemos diferentes fortalezas, debilidades, valores y prioridades.
- Lo mejor que puedes es un compromiso de amor con tu hijo y sobre todo contigo mismo, porque quieres ser sincero contigo mismo, quieres vivir en un estado en el cual consciente de que la vida nunca será perfecta, puedes tener tranquilidad sabiendo que estás dando lo mejor.
- Lo mejor que puedes es concentrarte en la satisfacción que se siente hacer tu mejor esfuerzo, en el proceso que nos engrandece cuando nos comprometemos a seguir aprendiendo, en la paz que te provoca vivir cada día al máximo enfocado en el hoy, en vez de frustrado o nervioso acerca del mañana.
Así que la próxima vez cuándo la pregunta venga a tu mente, ¿cómo sé si lo estoy haciendo bien? Sé honesto contigo mismo y pregúntate mejor, ¿lo estoy haciendo lo mejor posible? Ahí está la respuesta.
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