A lo largo del crecimiento de mis hijos como personas con síndrome de Down, he escuchado interminablemente y leído por todos lados la famosa frase que dice, “los límites solo están en nuestras mentes.” En mi opinión, la frase toma sentido cuando pensamos en los límites que adoptamos fruto de las imposiciones sociales basadas en prejuicio y capacitismo. Cosas tales como, “hay que colocarlo en un aula de educación especial” o hay que “aislarlo con otros como ellos.” Cuando estas afirmaciones se hacen sin duda alguna, estamos limitando y enseñándoles a nuestros hijos que no vale la pena intentar porque su condición ya ha definido su futuro sin siquiera intentar tener uno diferente. 

Sin embargo, cuando utilizamos la frase como una manera de crear presión o de apoyar los que también son prejuicios y vienen disfrazados de idealización y se convierten en tendencias capacitistas, el daño puede ser igual de destructivo. Creerse el cuento de que los límites no existen, ya sea en nuestro papel de padres o aplicarlo a nuestros hijos en su rol de individuos, puede ser tremendamente dañino, ya que queramos o no, los límites si existen, y existen para todos los seres humanos independientemente de si tienen o no un diagnóstico. 

“Pero el cerebro humano es glorioso y solo utilizamos una pequeña parte de él.” Seguramente así es, pero aunque la gloria y posibilidades de nuestros cerebros humanos sean incalculables, a la hora  de aplicar la teoría a la práctica, ¿cuál es nuestro objetivo como seres humanos y como padres? Ir detrás de la gloria de que no hay límites para ser reconocidos y glorificados, o ir detrás de la felicidad, que es la que se consigue en una vida sin competencia ni presiones externas en la cual la base más importante es ser conscientes de nuestros propios límites, no sólo los físicos o intelectuales, también los que decidimos establecer para mantener nuestra salud mental óptima mientras disfrutamos de la libertad de vivir sin presiones pero tampoco sin excusas.

Hay un estado maravilloso que para mi los sobrepasa todos y es el que siempre persigo, porque ciertamente no se da de modo orgánico ni natural, más aún cuando uno es exigente y competitivo, “el balance.” El balance es ese estado consciente que te estabiliza y te recuerda que sí tienes límites y que sobre todo, necesitas tenerlos. El balance es esa voz que te apacigua y te calma cuando ves que a pesar de todos los esfuerzos tu hijo no lo ha conseguido como esperabas pero te recuerda que has invertido suficiente y que ella o él también lo ha dado todo, y que está bien, porque los límites son sencillamente recordatorios de que la meta no es el resultado comparado con otros, sino la satisfacción para ti mismo, y para quienes te rodean y crecen junto a ti caminando de tu mano este camino precioso y único que es la vida. 

Aceptar y amar nuestros límites es un regalo de amor que le permite a nuestros hijos aceptar y amar los propios. Enseñarles a parar y tomar un descanso es también una demostración increíble de amor. Tener límites a la hora de ofrecerles terapias y servicios es respetuoso y motivador. Escuchar, ya sea a través de palabras o comportamientos que han alcanzado sus límites, es amoroso y fortalecedor. Somos su centro y su punto de balance. Si no pueden ser honestos con nosotros, sus padres, y si nosotros que estamos supuestos a entenderlos y apoyarlos y protegerlos, no queremos aceptar que tienen límites porque nuestro amor nos está jugando una mala jugada haciéndonos creer que el amor es conseguir que hagan lo que todos los demás, sin darnos cuenta les vamos a hacer daño, y los vamos a hacer sentir inferiores, infelices, y sobre todo, limitados. 

Hoy los invito a reconsiderar estas frases pre-fabricadas y limitadoras que nos quieren hacer creer que los límites no existen o que los límites son malos. Los límites existen y los límites nos protegen, nos ayudan a conectarnos con lo único ilimitado y perfecto que es nuestra conexión con esa fuerza mayor y superior que nos recuerda constantemente que estamos aquí para aprender, para crecer y para utilizar los límites y los retos como un modo de evolucionar espiritualmente y entender que la vida es mucho más de lo que podemos medir con nuestras herramientas y expectativas humanas. 

Eliana Tardío
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About Eliana Tardío

Eliana Tardío es la mamá de Emir y Ayelén; ambos con síndrome de Down. Reconocida por su trabajo promoviendo la inclusión natural de las personas por su individualidad, Eliana ha sida reconocida por celebridades como Araceli Arámbula, Thalia, María Celeste Arrarás, Karen Martínez, y más. Su historia ha sido compartida por las cadenas mundiales más importantes: Univisión, Telemundo, CNN, y Azteca América. Nombrada Bloguera Latina Inspiración 2014 en USA, en este espacio Eliana comparte sus vivencias y recursos con más de 200.000 visitantes al mes.

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