La palabra inclusión está directamente arraigada al concepto de clase común. Se cree que para que el estudiante sea exitoso y la inclusión valga la pena, el estudiante está obligado a demostrar progreso similar o cercano a sus compañeros típicos. Nada más equivocado según mi opinión. 

Hay que tener algo claro cuando se trata de defender la inclusión: nunca se trata de convertirla en un privilegio para quienes pueden alcanzar los estándares típico, sino de convertirla en la primera opción de todos promoviendo la maximización de sus capacidades en vez de la estandarización de sus habilidades. 

Dicho esto, hay regalos de la inclusión que pasamos por alto. Estos regalos pueden ser lo más grandes pero como estamos tan frustrados viendo lo que el estudiante no puede, a veces nos olvidamos de disfrutar los logros maravillosos que suceden, por ejemplo, camino al aula, en el recreo, o subiendo al autobús escolar. 

El otro día fue a dejar a Ayelén a la escuela. Todavía no había sonado el timbre así que el portón seguía cerrado. Los niños estaban todos amontonados en la entrada, jugando, conversando, riendo. Ella estaba sentada conmigo porque yo tenía una reunión en la escuela. De repente se levantó y se unió al grupo. A los pocos minutos sonó la campana, y como suele suceder, el tumulto se apuró a entrar lo más pronto posible. Desde mi banco vi como Ayelén tuvo que acelerar su paso para que literalmente no la atropellen. También vi cómo se alejó al mismo ritmo de sus compañeros siguiendo el liderazgo del grupo. Ayelén nunca fue rápida. Parte de sus características más notorias cuando era más pequeña era su lentitud, sin embargo en los últimos años, Ayelén se ha adaptado al ritmo del mundo en el que se mueve y no sólo es ágil, sino que además es tremendamente competitiva. 

Durante años tuvo apoyos en el autobús escolar. No nos olvidemos que cuando era más pequeña tenía retos de comportamiento y además era difícil re-direccionarla sin que estalle en un berrinche. Pensando en eso hoy la ví subir al autobús regular camino a la escuela. La escuché saludar a la chofer con el “buenos días” más dulce del mundo. La observé buscando su asiento y poniendo su mochila debajo. Me miró y me sonrío. Mi corazón se llenó de orgullo y alegría. Llegar aquí no ha sido fácil.

Nada ha sido fácil, ni para ella ni para mí, ni para sus maestros ni para su equipo de apoyo. Pero aunque como madre me he equivocado un millón de veces, nunca me he rendido. Nunca he aspirado a que sea perfecta, aunque ciertamente es la hija más perfecta para mí, pero siempre he querido que haga su mejor esfuerzo para moverse libremente en la vida y para tener la convicción plena de que siendo ella misma, sí pertenece, y merece que la vida y el mundo tengan las expectativas más altas hacia ella. Las mismas que deben tener para el resto del mundo.

Hoy celebro los premios de la inclusión que a veces pasamos por alto. Los que no se califican en los reportes, los que no se pueden medir en los exámenes, los que no se pueden explicar a veces, pero que se materializan de la manera más natural, más perfecta, y más maravillosa. Este es, en mi opinión, el resultado de la verdadera inclusión. La que no llega a fuerza sino con constancia, con paciencia, y con amor respetando sus tiempos, su individualidad y su capacidad. 

Eliana Tardío
¡Conéctate!

About Eliana Tardío

Eliana Tardío es la mamá de Emir y Ayelén; ambos con síndrome de Down. Reconocida por su trabajo promoviendo la inclusión natural de las personas por su individualidad, Eliana ha sida reconocida por celebridades como Araceli Arámbula, Thalia, María Celeste Arrarás, Karen Martínez, y más. Su historia ha sido compartida por las cadenas mundiales más importantes: Univisión, Telemundo, CNN, y Azteca América. Nombrada Bloguera Latina Inspiración 2014 en USA, en este espacio Eliana comparte sus vivencias y recursos con más de 200.000 visitantes al mes.

View all posts by Eliana Tardío